sábado, 5 de mayo de 2012

Hera desconfiada

Este es otro relato que escribí cuando tenía 12 años. Lo presenté al periódico escolar la Gaceta donde me lo publicaron.


Cierto día de agosto, Hera estaba esperando a Zeus impaciente. Se había ido hace tres días y no volvía. Hera estaba muy enfadada: seguramente Zeus se había ido a seducir a cualquier mortal que encontraría por ahí. Cuando volviera le echaría una buena bronca ¡Vaya que sí! Pondría el grito en el cielo. Hera estaba sentada en la puerta principal del Olimpo con las cejas fruncidas y cruzada de brazos. Hermes pasaba por allí, al ver la expresión de la cara de la diosa, preguntó:
-¿Qué te pasa, Hera?
-Nada, nada, tan sólo es tu padre que se fue hace tres días y no ha dejado ni rastro-contestó muy alterada.
-Seguramente habrá ido a visitar a Hades al infierno-comentó Hermes
-Venga,¿cómo puedes decir semejante tontería?¡Esos dos no se quieren ver ni en pintura!-exclamó Hera-. Bueno, pues ya que estás aquí-prosiguió-hazme un recado, por favor: encuentra a Zeus y dile que venga inmediatamente y que no vuelva a irse sin avisar. ¿Entendido?
-Entendido.
            Dicho esto, Hermes saltó y empezó a volar, alejándose cada vez más y perdiéndose en el horizonte. Hera entró dentro del Olimpo y se fue a su cuarto.
            A la mañana siguiente, Hera aún no tenía noticias de Zeus y Hermes no había vuelto. ¿Qué le podía haber pasado a los dos? Bajó, pues, a los bosques para visitar a Artemisa y preguntarle si sabía algo de su padre, pero desgraciadamente, ella tampoco sabía nada.
-¿Zeus? Hace mucho que no sé nada de mi padre. La última vez que nos vimos fue hace tres años.
            Así que Hera volvíó al Olimpo. Ahora ya no estaba enfadada sino muy nerviosa. Atenea, que estaba en el vestíbulo, se acercó a ella y le dijo:
-Zeus te está esperando en la terraza. Dice que vayas a hablar con él.
-¿¡En serio!? ¿¡Zeus ha vuelto!? –los nervios que tenía Hera se esfumaron como si nunca hubiesen existido.
-¡Ah!, por cierto, me ha dicho que tiene una sorpresa para ti.

            En ese momento, el corazón de Hera comenzó a latir a cien por hora ¿Una sorpresa? No se lo podía creer. Zeus nunca había tenido un detalle con ella. Hera corrió hacia la terraza y vio a Zeus allí, plantado frente a la puerta con un ramo de rosas rojas como rubíes. Zeus con mirada enternecedora comentó:
-He estado estos cuatro días buscando las rosas más rojas y perfectas para ti, mi amor. Tomad.
            Zeus le tendió el ramo de flores y Hera lo cogió y abrazó al rey de los dioses, pero, desgraciadamente, Hera se dio cuenta que en la bolsa que llevaba el dios había alguien. Extrañada, la abrió con sigilo y descubrió a una muchacha rubia y con los ojos azules. Entonces tiró el ramo de flores al suelo, lo pisoteó y se fue llorando a su cuarto. Zeus, angustiado, siguió a Hera hasta su habitación donde la descubrió con un muchacho joven con el pelo castaño y los ojos negros. Definitivamente las apariencias engañan.