jueves, 21 de abril de 2016

c a r d i o p a t í a

El cielo de plomo llora por mí, y es que cuando te rompen el corazón sin saberlo no habrá nadie que recoja los pedazos tras el infarto.
Y lo único que te queda tras la contusión es el dolor que continúa retumbando por las grutas de tu cráneo.
Y lo único que te queda tras el desamor, es la angustia ante el vacío absoluto, la incertidumbre de que tu músculo no vuelva a latir.
Son tus lágrimas de sangre que emanan de la herida, todavía con el sabor fresco a hierro oxidado tras la puñalada, empapando el papel con la tragedia, coagulando la tristeza.
Son las palabras arrancadas, trozos de pasión que se desprenden de tu piel después del paroxismo que sacudió tus entrañas de las que caen estos versos.
Son los besos que nunca os disteis. Las caricias inacabadas, que no os llegasteis a rozar. Un choque frontal entre vuestras pieles que no colisionaron en el punto de encuentro. Un accidente de tráfico que no acabó en siniestro. Una ilusión imperfecta de la que nunca estarás a salvo, y te acechará recóndita en los entresijos de tu memoria.
Lo único que te queda es tatuarte los supuestos en la carne quemada sobre el asfalto.
Pero continúas desnudándome el pensamiento. Quiero decirte que pares, por favor, que me haces daño, pero me has envenenado con tu alucinación, y estoy a tu merced. Te prefiero como el anhelo. Eres mi amor de ensueño del que no quiero despertar. Ya no deseo leer tras este final abierto, tengo miedo de lo que hay más allá del abismo, de quererte. No sé.
De entregarme y no ser correspondido, de amarte y ser vapuleado.
Te has adueñado de mí. Me has invadido. Has tomado el control. Y no lo puedo soportar, porque no me llegas a coronar con las espinas que como buen mártir extirpé con mis propias manos del rosal de tu cuerpo. Ansío que astillen más en mi cabeza, que se claven y me desgarren la dermis. Pero no terminas de asestarme el golpe de gracia con tu espada vorpal, aún no te apetece rematarme, destruir mi vida, destrozarme, te muestras inmisericorde, estás disfrutando con mi último aliento. Eres mi infierno empíreo, me abrasas con tu divinidad. Oh, te has convertido en dragón, carboniza a este expirante y liquida su agonía, con tu delirio o tu indiferencia, pero hazlo ya, que quiero ser cadáver. No aguanto tu presencia, tu voz, tus ojos, tu pelo me recuerdan que lo nuestro no tendrá conclusión. Y la única salida, es que tu silueta se disipe en el tiempo: el olvido.
Me sumergiré en el mar sereno de la noche cuando ésta caiga, me bañaré en el reflejo de luna lunera para afrontar con entereza el desamparo. O lo intentaré, porque seguirás estando.
Un enunciado que será pronunciado en silencio. Un grito en voz baja. Una oración que jamás será confesada.
Lo único que te queda, enlongándose en ríos en miniatura que descienden hacia el borde de su muerte, son las gotas de lluvia resbalando por la ventana del autobús.

Dedicado a todas aquellas personas que han sido la causa de los períodos grises de mi vida, y que hicieron regresar a mi mente las hadas para escribirle los textos que no se merecían.