martes, 7 de julio de 2015

r e s p i r o

No estás
cuando las dudas sobre el salto incierto
vejan mi mente.
No me las resolverás.
Estás ausente
y tengo miedo
porque me has abandonado.
No lo conseguiré,
me asalta ese pensamiento,
siempre está al acecho.
Necesito aniquilar este impulso onírico.
Tengo que acabar con él.
No lo aguanto más.
No puedo soportarlo.
Las fuerzas me flaquean
y las lanzas que atraviesan mi cuerpo
que en el dolor de la herida
clavan su punza en el suelo
son lo único que me mantiene en pie.
No cumpliré mi promesa
de sostener mis piernas rectas
y en sus recodos hallo el fracaso.
Me arrastro por su longitud.
No me llevas.
Recorro la languidez de estos momentos.
No seguiré.
No preguntaré,
dejaré que la inquietud ahonde en mi pecho
y me oprima en el costado
al borde del precipicio.
Intentaré recuperar el aliento.
Inhalar un alivio.
Darme un respiro.
Transito los tramos 
donde se explayaba el sosiego
pero atropellamos la felicidad en seco.
Ya no hay luces de semáforo.
Un punto muerto
en el que los sentimientos confluyen
pero tu silueta diverge.
Ahora me temo 
que nuestros caminos son diferentes.
Te voy a echar de menos
pero no lloraré,
no quiero volver a verte
ni estar a tu lado.
Romperé con mi futuro.
Destrozaré las cadenas que arrastro
porque cuando vuelvas
no te querré escuchar,
oír tus bellas palabras.
Y gritaré
pero la voz se me agolpará en la garganta
y no atenderás a mis delirios.
No te hablaré.
Será mejor que caiga al vacío.
Sí, que me lance a lo desconocido
Sin ti.
Mis puntos de inflexión
no los presenciarás
porque ya no estaré.
Lo habré hecho.
Me habré tirado
y me encontraré
suspendido
sin gravedad.
No existiré.


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