viernes, 24 de julio de 2015

Viaje en góndola de Venecia a Florencia

Es un amor que no se puede consumar.
Las ilusiones se van diluyendo en oro bruñido.
El clave proyecta una melodía en tonalidad menor.
Es la decadencia.
Somos venecianos intentando fluir
por los canales de desagüe para huir
de nuestras decepciones, nuestras frustraciones.
El eco dorado colisiona con la suciedad de las cloacas
y se remoja en el agua negra.
La esperanza se encharca en la ciénaga.
Huele a desesperación y putrefacción,
el hedor que desprende produce náuseas
e impide florecer de entre la angustia a los nenúfares.
No hay resurgimiento.
Sobre el deteriorado sepulcro que devoran los demonios
el óleo dibuja la desesperación en el rostro de Simonetta.
La alargada sombra del basilisco profana su tumba.
Surca con dolorosa resignación su liviana tez,
las reminiscencias del prieto mármol que una vez fue.
Su quebradizo cuello es un funeral de terciopelo.
Por sus pálidos labios no emanará la frágil voz
que nacía en las profundidades de su garganta de cisne.
La vehemencia de sus mares turbulentos
desata en su paroxismo 
el brío con el que quiere regresar a la vida
pero su destino se encuentra más allá,
en la deidad después de la muerte.
En el olvido del placer terrenal.
El eterno espejismo durante el velatorio.
El dulce recuerdo en el entierro.
Sus soleados rizos hace tiempo que se nublaron.
Sus pechos desnudos permitieron al frío asesinar la pasión.
Dejó que la noche invadiese los entresijos de su alma
y que oscureciese de un infarto 
los versículos por los que latía su corazón.
La mugre cubre ahora su cadáver en descomposición.
El tormento se alimenta de su carne.
Y el terror nos invade bajo la sombra de los puentes
porque tememos el castigo que nos impondrá el divino.
Desfallecemos magullados por la persecución.
Nos encontramos extenuados para seguir remando.
De qué sirve escapar. No tiene sentido.
Hemos doblado miles de arrepentimientos y fracasos.
Y en cada esquina hallamos el fatídico sino.

A Isis, que no está mudo el teclado de su clave sonoro.



En la vida de todo escritor llega el momento de versar sobre la gran musa del Renacimiento, la Venus de Botticelli, Simonetta Vespucci. La historia de un eterno viaje y tres náufragos. El final inalcanzable de un camino que se dilata en el tiempo en exceso. El poema nos traslada a Venecia y Florencia, pues bien, esta composición está más relacionada con la ciudad de Granada. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario