lunes, 2 de noviembre de 2015

Salino

Los pecados que he cometido
habitan en las grutas de mi pecho
y cuando despiertan,
brotan de mi garganta de los infiernos.
El oxígeno no me baña hasta las yemas de mis dedos
e interferencias agitan mis pensamientos.
La savia no fluye por las tráqueas del árbol de la ciencia.
y el frío cristaliza en su leño.
El hierro de mi sangre no se oxida.
Los gritos enterrados bajo sus raíces
ascienden por sus tortuosas ramificaciones
para henchir sus brazos
y el plasma etéreo criogeniza entre las bifurcaciones.
Me cuesta respirar.
El crimen que emana de mis profundidades
colapsa mis pulmones
y el firmamento pleural se ve sacudido por el vívido sueño.
El delirio se escapa junto a mi aliento.
La ventisca aúlla demente en la cumbre
y lo está destrozando todo.
Me hiere por dentro.
En el glaciar me estoy helando por mis recuerdos.
Los cadáveres de todas aquellas ilusiones que dejé morir
duermen sobre mi azulada piel.
La nieve me besa en mis labios entumecidos
y un manto de escarcha cubre sus pliegues.
Mi boca se congela en el gesto.
Me desgarro en el paroxismo más gutural
hasta que la sal se disuelve
y desciende por mi carne.




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